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Rosa es de nena, azul es de varón?

by NyC_Noticias
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Nenas jugando a las carreras con autos o a la pelota con sus amigos; varones que desean limpiar la casa, jugar a cocinar o cuidar un bebé… la imagen se vuelve más natural cada día. Estereotipos

El siglo XXI avanza modificando algunos estereotipos que antes alejaban a los niños y niñas de sus  intereses en el juego, limitando sus oportunidades de desarrollo. Hoy esos límites tan rígidos se están borrando y surgen los espacios donde los chicos juegan de manera diversa más allá de su género.

Hoy ya hay juguetes orientados al desarrollo de habilidades, que se presentan sin género, lo que permite a los padres elegir en base a los intereses de su hijo y no a su sexo.

Dice Roberto Benes, representante de UNICEF en Argentina, acerca de la inclusión de la primera infancia: “Alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) solo será posible si se aseguran condiciones de equidad desde los primeros años de vida y se asegura el mejor comienzo para cada niño y niña. Así lo reconoció la comunidad internacional en su Agenda 2030, algo que ha sido posible gracias a la creciente evidencia de la neurociencia, entre otras disciplinas, sobre la importancia de los primeros años de vida durante los cuales ocurren procesos fundamentales para el desarrollo de los más pequeños”.  

Sería valorable entonces que durante la infancia  promovamos la igualdad,  la libertad de elección,  y la responsabilidad  de niños y niñas mediante el juego y la educación, ya que serán determinantes,  en la manera de vincularse con el mundo que los rodea. 

Suele decirse que el cerebro de los niños es una especie de “esponja”, ya que puede absorber con total naturalidad y facilidad el estímulo que recibe.

La etapa de formación de un niño (desde el nacimiento hasta los 12 años) es fundamental para su formación como persona.

En esta fase es cuando los niños comienzan a entender la sociedad que los rodea, y sobre todo a adaptarse a ella, de forma natural.

Por este motivo, es importante dimensionar y cuidar lo que transmitimos como adultos, en relación a estereotipos de género.

El poder de la palabra

Muchas veces, caemos en el error de manifestar comentarios sin querer, pero ellos, nos observan y recogen esas palabras, esos gestos, que luego se almacenan en sus mentes y se desarrollan en pensamientos fundantes.

Por eso, decir cosas como: “Estos son juguetes de niños o juguetes de niñas”, los limita en el pensamiento y  en la posibilidad de elegir sin miedo. Además afecta su autoestima, tan importante para ser personas seguras de sí mismas y más felices.

El rol del juego

El juego les permite además, desarrollar la confianza en sí mismos y en el otro. En sí mismos porque al poder jugar solos, saben que quien no está presente en ese momento, existe en otro lado. Desarrollan la autoestima porque son capaces de producir algo.

Jugar es una forma de conocer el mundo y conocerse a sí mismo. Ayuda a los más chiquitos a socializarse. Es una tarea tan productiva como el trabajo para los adultos y, de la misma forma que a los grandes, les permite aumentar la autoestima.

Cuando el chico juega no hay que invadirlo, no hay que interferir, hay que darle tiempo. También es importante no obligarlo a que juegue si no tiene ganas.

En esta búsqueda de equilibrio entre géneros, los juegos y los juguetes también están dejando de ser exclusivos para un sexo. Si un niño no juega con una muñeca, o una niña no usa herramientas para construir, seguramente es porque a nadie se le ocurrió ofrecérselos para jugar.

Según las investigaciones en temas de género, no hay ninguna determinación en el sexo ni en el género que oriente sus gustos, actividades, actitudes y preferencias. Además, muchos padres tienen temor a esos juegos y reprimen la posibilidad que sólo apunta a reflejar lo que los chicos observan y viven cotidianamente y desean reproducir y elaborar a través del juego.

¿Celeste y rosa?

Juan Carlos Volnovich, psicólogo de niños y especialista en género,  explica que el género es una construcción social: niños y niñas adquieren su identidad de género antes de que empiecen a hablar. Y en esto tienen que ver las expectativas, anhelos, ilusiones de los adultos puestas en cada niño.

Aunque no se sepa el sexo previamente, hay expectativas en rosa o en celeste que van formando un molde en donde el recién llegado se instala y se moldea.

De modo que, a partir de una estimulación frecuentemente inconsciente, los varones empiezan a funcionar como varones. Los padres celebran y estimulan una serie de conductas entendidas como masculinas.

Y para las nenas se incitan y festejan actitudes, modos y comportamientos entendidos como femeninos o típicos de las nenas.

Más bien habría que pensar que estos juguetes y juegos los enriquece en un mundo en el que hombres y mujeres trabajan, cocinan, cuidan a sus hijos, planchan y lavan, de la misma manera y por igual.

No hay que olvidarse que entre otras muchas funciones el juego promueve una actitud activa en el niño respecto a su entorno, estimula su creatividad y satisface la necesidad de explorar, ejercita la psicomotricidad, favorece el desarrollo de su inteligencia, aumenta la autoestima y autoconfianza y por supuesto, divierte y enseña.

Los juguetes

Los juguetes son para jugar, divertirse y aprender. Por eso hoy algunas jugueterías (que entienden bien este cambio social) ya se olvidan de los estereotipos y proponen que los chicos jueguen con los juguetes que prefieran ¡sin distinciones!

El mejor juguete es el que más se adecúe al momento del desarrollo del niño. Se busca a través de diferentes juguetes que la expresión y la creatividad fluyan permitiendo así elegir en libertad el color, el modelo y el juego al que los niños quieran  jugar, ofreciéndoles propuestas que no encasillen en azul para varón y rosa para nena.

Afortunadamente, existe ya una oferta interesante de juguetes orientados al desarrollo de habilidades, que se presentan sin género, lo que permite a los padres elegir en base a los intereses de su hijo y no a su sexo.

¿Por qué no? Los varones a jugar a la cocinita, a cuidar bebés, o jugar al Ula Ula  y las nenas a la carpintería, a la estación de servicio, a dirigir el tráfico o a construir.

No dividamos al mundo en rosa y azul. Jugar es un derecho, una fuente de riqueza y una actividad universal que trasciende categorías de género.

Los juguetes son la herramienta ideal para poder incrementar la diversión y el entretenimiento, y a su vez, poder enseñar valores a través de ellos, y esto es una oportunidad ideal que podemos aprovechar como padres. Acompañar a esta generación para un desarrollo más abierto, inclusivo y respetuoso desde la diversidad.

Educar sin estereotipos

En Suecia, el Nicolaigården es el primer jardín de infantes neutral en términos de género.

Ubicado a metros del mismísimo Palacio Real de Suecia, las niñas ya no sueñan con ser princesas. Tampoco todos los varones parecen querer conducir un auto de Fórmula Uno o convertir un gol en una final de fútbol.

Hablamos del primer jardín de infantes del mundo neutral en términos de género. Los que tengan dificultades en comprender lo que esto significa, quizá sólo deban evocar, para un primer acercamiento, una de las canciones más famosas de la inolvidable María Elena Walsh: El reino del revés. Y animarse a entender cómo es. Porque sólo así se sabrá cuál es el Reino del Derecho, si es que realmente existe alguno de los dos reinos.

Aunque el tiempo parece correr lento en este vecindario, cuya historia se remonta al siglo XIII, en Nicolaigården no se leen cuentos clásicos comoLa Cenicienta o Blanca Nieves.

Tampoco gozan de mucha estima las palabras que vinculan al género con las profesiones. Y es muy natural que los varones jueguen con muñecas y las nenas con ladrillos de construcción que, a simple vista, parecen reservados para los chicos.

Lotta Rajalin, es la directora del establecimiento y responsable de cinco jardines de infantes (o escuelas primarias, según se las denomina en sueco) que cuentan con un personal de 90 docentes para unos 350 alumnos. Ella dice “Cada quien tiene el derecho de acceder a todo aquello que la vida tiene para ofrecer. A todas las actividades, juegos y sentimientos -dice la directora de sonrisa permanente y que aun así no deja de irradiar autoridad-. Tiene que ser posible desempeñar roles diferentes en momentos diferentes. Porque las diferencias son fortaleza.”

Familias arco iris

El efecto resulta reforzado por el dibujo defamilias arco iris que se puede ver en una de las aulas. Hay núcleos familiares de padre y madre; monoparentales; de padres de raíz inmigrante; de dos padres; de dos madres; de dos padres y dos madres; multirraciales, etcétera.

También el plantel de educadores es orgullosamente heterogéneo: los hay musulmanes, los hay gays, los hay heterosexuales; los hay hombres, mujeres; altos y bajos. Todos con una sonrisa en los labios. Todos felices de usar el chaleco rosado que identifica a la institución.

Por un lado, quieren desmontar prejuicios arraigados en la cultura para permitirles a los niños ser lo que quieran ser. Por otro, según cuenta Rajalin, en habilitar un canal para que los nenes puedan expresar sus emociones sin violencia.

La meta es evitar lo que, según los educadores de este lugar, termina pasando con los enfoques tradicionales: que los niños sean derivados en dos direcciones opuestas, con solo un modo canónico y establecido de ser varón o mujer.

Digamos, por ahora, que la falta de lugares de juegos exclusivos para nenas o para nenes se ve a simple vista en Nicolaigården, donde los juegos y los juguetes están mezclados. “Así nadie queda excluido y puede jugar, al que le gusta construir con aquel que prefiere los aeroplanos, los autos o las muñecas”, acota Rajalin. Y por eso tampoco ocurre -como suele pasar- que los varones se adueñen del centro del patio, dejándole a las nenas los rincones y obligándolas a mantener una actitud más sumisa.

“Estamos trabajando con el género social, no con el biológico. Los chicos no son tontos; ellos ya saben lo que les conviene. Los varones, por ejemplo, tienen claro que pueden bailar, pero que el ballet no es lo ideal para ellos, que para ellos es mejor el fútbol”.

Todo comenzó en 1998, cuando el gobierno de Suecia elaboró la política para los jardines de infantes actualmente en vigor, que establece que hay que trabajar en contra de los estereotipos y que obliga a darles las mismas oportunidades educativas a niños y niñas.

Tal política -reforzada por una poderosa ley de 2009 que prohíbe la discriminación de cualquier tipo y factor en Suecia- no era tan novedosa de por sí: se basaba en los lineamientos establecidos por el tratado de la Convención de los Derechos del Niño de Naciones Unidas, diez años antes, que -atención- tiene rango constitucional en la Argentina.

La novedad reside, entonces, en que esto llevó a los docentes del Nicolaigården a observar con el mayor de los detalles cómo trataban a los nenes y a las nenas, y a descubrir que su manera de educarlos no era tan igualitaria como ellos creían.

“Cuando hicimos ese relevamiento, también quedó claro que las nenas se comunicaban mucho más. Y el diálogo, el análisis y la comunicación es una parte fundamental del sistema educativo en Suecia”, asegura Wikström.

Para revertir esta brecha que perjudica a los varones, en Nicolaigården los ayudan a expresar y comunicar sus emociones.

“Tradicionalmente, el llanto con muchas lágrimas es algo ligado a las mujeres. Al hombre, en una situación de tristeza, se le dice que debe ser valiente, resistir, y no llorar -dice Rajalin-.

Esto es una estupidez. Cualquier persona puede sentirse triste, independientemente de si es varón o mujer. Y tiene derecho a expresarlo.”

Un nuevo hen

Lo cierto es que esta política educativa está dejando marcas profundas en la manera en que los educadores se dirigen a los nenes en Nicolaigården.

Una palabra que utilizan en forma asidua es hen, que podría traducirse por lo y reemplaza a ella (hon) o él (han), en algunos casos. Wikström explicó que la Justicia o la prensa suecas utilizan asiduamente este pronombre para describir al responsable de un suceso del que se desconoce el sexo. “También es útil en el diálogo con los nenes cuando, por ejemplo, viene al jardín un enfermero y no sabemos si es un hombre o una mujer”, enfatiza.

También se dice hen si se designa a personas que no se consideran ni hombres ni mujeres. Lo notable de este asunto es que este término -que los suecos tomaron prestado del finlandés- se empezó a usar de un día para el otro, sin ninguna intervención del gobierno. “Viene del underground”, dice la directora.

Como se dijo antes, los cuentos clásicos no tienen muchos fans en este jardín de infantes. “Tenemos un museo de libros viejos. Y cuando se lo leemos a los chicos les decimos: «Este libro tiene cien años. ¿Te lo imaginás? Así eran las cosas en ese tiempo». Y entonces el chico entiende que así fue la historia, pero que no es así ahora”, agrega la docente.

Asesoró: Lic. Laura Weisvein – Directora de Giro Didáctico y Compañía de Juguetes

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