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Dormir al bebé

by Nacer y Crecer
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La hora del sueño puede ser muy placentera o, en algunos casos, tornarse conflictiva. Termina el día y los papás están cansados luego de una jornada agotadora, ¿qué pasa si el bebé no logra conciliar el sueño?

La llegada de un nuevo integrante es un momento único, que los padres viven con profunda felicidad y total plenitud. Pero también hay cambios que se producen como lo es las horas de sueño, que seguramente se ven alteradas día tras día a lo largo de un lapso largo en el tiempo.  El apoyo mutuo de la pareja y/o entorno familiar, el amor y la comprensión son muy importantes en esta etapa.

La importancia del sueño

Dormir bien es imprescindible. Para los chicos y para los grandes. Si bien es cierto que cada chico ya viene al mundo con características personales, algunos más dormilones, otros menos, durante los tres primeros meses de vida el bebé pasa más tiempo dormido que despierto.

El dormir ayuda a la maduración del sistema nervioso. Poco a poco se van organizando los períodos de descanso y vigilia y prolongando los momentos en que el bebé permanece despierto.

Aunque el descanso es reparador puede, sin embargo, significar para el niño un momento de soledad y separación, de entrega de su cuerpo a la relajación, de abandono, y muchas veces lo vemos luchar para no “caer” dormido.

Esta lucha no es gratuita. Produce irritación, tensión y angustia y fuerza los límites hasta el malestar (del niño y de los que lo rodean).

Preparar un lugar fijo y adecuado para el descanso es muy importante. Ese será “su” lugar de reposo. En este nuevo mundo que lo rodea el bebé irá discriminando poco a poco entre el espacio y el tiempo de vigilia, juego y exploración y el de descanso. Su cuna debe ofrecerle un lugar de seguridad y contención: ni demasiado grande, donde se pierda su cuerpo, ni muy pequeño, que lo limite en sus movimientos. Sentir el contacto con los bordes de su cuna en alguna zona del cuerpo puede ayudarlo a percibir los propios límites, darle seguridad y contención.

Una tela, una prenda de su mamá, un pañuelo, un oso, blando y cálido, que va impregnándose de sus propios olores, son los que le darán la confianza de lo conocido, de lo previsible (¡Cuidado con los peluches que pueden obstaculizar la respiración o provocar alergias!). No es la cuna el lugar de los juguetes que explora durante el día, ni de aquellos que pueden accionarse o producir sonidos cuando el niño, en forma involuntaria, se mueva o los toque.

Tampoco es el espacio para jugar en los momentos de vigilia, ni el lugar del castigo para los chicos más grandes.

El niño irá aprehendiendo las nociones de espacio (dentro – fuera, vacío – lleno) y de tiempo (antes – después) en la alternancia de sus experiencias sensoriales, en las vivencias de cada día y en la repetición de las acciones de los cuidados cotidianos: la panza vacía – la panza llena, antes el hambre – después la satisfacción, primero la tensión, el displacer, después la relajación, el bienestar… En esa repetición que se da día a día de las situaciones cotidianas el niño podrá anticipar lo que sucederá y participar activamente de lo que se hace con él y para él. En la reproducción diaria de las rutinas cotidianas y en la discriminación clara de objetos y lugares para cada actividad, también para la vigilia y el descanso, se irán instituyendo las nociones temporales y espaciales en el psiquismo infantil.

Naturalmente, el tener un sueño tranquilo está relacionado con el modo en que el niño vive sus momentos de vigilia: un bebé que dispone de suficiente espacio para moverse libremente, al que se le facilita que pueda ejercer su actividad espontánea, que cuenta con la seguridad de que el adulto acudirá cuando lo necesite y que respetará sus tiempos y necesidades, podrá también entregarse al reposo con serenidad y confianza.

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